Una Foto para mi Funeral

 Una Foto para mi Funeral

 

Enrique odia tomarse fotos, y más si son fotos familiares o para salir en la sección de Sociales del periódico dominical. Pero hoy es un día diferente, Enrique sintió el impulso de salir al estudio fotográfico más cercano y pagar por cuatro fotos tamaño infantil. Una idea muy absurda si buscamos en el archivo de su casa, puesto que su credencial de identificación, la licencia de conducir y su pasaporte estaban actualizados.

 

Ya que estamos husmeando, su carpeta laboral también está actualizada. ¿Entonces qué ha llevado a Enrique a tomarse unas fotos? Buscó su ropa más elegante para sus fotos, se cortó el pelo y hasta se pintó las canas para disimular la edad; desayunó y salió a toda prisa al estudio fotográfico de la calle 14.

 

Al llegar al estudio, pagó sus fotos y esperó su turno para posar frente a la cámara. No había mucha gente, sólo una familia de los suburbios más ricos de la ciudad; por su vestimenta dan la impresión que buscarán aplicar para la visa de un país del Primer Mundo. Cuando hay niños siempre es un mal presagio. Si su sesión de fotos iba a ser de cinco minutos, más otros diez por la impresión, se demoró 45 minutos en salir de ahí ya que la familia no obtenía el enfoque correcto.

 

Cansado por arreglarse y encandilado por las luces del estudio, salió en camino a su trabajo; tenía completa certeza de que sus compañeros estarían extrañados al verlo tan elegantemente vestido. Saliendo del estudio de la calle 14, un auto pasa encima de Enrique y lo arroja a tres metros del cruce. Sus fotos salen volando y quedan entre la calle 14 y 18.

 

Quién diría que su última foto sería la de su funeral.







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